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Gabriel Jiménez

Crónica Gabriel Jimenez
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Foto: cortesía de Paula Camacho

Muchas veces el dolor ajeno duele más que el propio, este es el caso de la familia de Gabriel Jiménez, un adulto mayor que murió en medio del dolor y la angustia al no poder enfrentar a un rival que desde el primer momento lo golpeó tan fuerte que nunca le permitió levantarse a dar pelea.

Su familia describe a “papá Gabriel” (así le decían para no hacerlo sentir tan viejo) como un hombre fuerte y enérgico. Dedicó toda su vida a sus tierras, a los cultivos y al campo. El aire libre era su hábitat natural, su conexión con la vida era dedicarse a sus terrenos. Era un hombre de familia, siempre estuvo cerca de ella, vivió con sus hijos y nietos, incluso alcanzó a compartir con su bisnieta. Fuera del campo, su otra gran pasión era el tiple, no necesitó de un profesor para aprender a tocarlo, como buen hombre de la tierra, sabía cómo ingeniárselas para poder salir adelante. Mientras estuvo sano, nunca se alejó de los suyos, así fuera para tomarse un café, invitaba a su familia para que se reunieran. Ese valor de la familia lo heredaron sus hijos y los hijos de ellos; quizás su legado más grande es ese mismo: hacer perdurar las tradiciones familiares a través de las diferentes generaciones con las que él pudo compartir.

Sin embargo, todas las luces de este faro de amor se fueron apagando a raíz de sus achaques. “El dejó de hablarnos, no nos decía qué sentía, solo lo escuchábamos quejarse cuando estaba solo”. Afirma Paula Camacho, su bisnieta, ella junto a su madre, Jenny Jiménez presenciaron el martirio que vivió Gabriel. No solo fue dejar de hablarles, sino que también empezó a olvidarlos, no saben si fue por el padecimiento en sí o por lo avanzada de su edad (80 años). Lo único seguro fue que este mal se llevó la mejor cara de un padre, abuelo y bisabuelo. Lo que más les dolió, fue verlo caer solo, podían estar todos en la misma casa, sin embargo, era su lucha, él no deseó que lo vieran quejarse, ni mucho menos que sintieran la magnitud de sus dolores.

Gabriel solo deseaba acabar rápido con su tortura. Sus signos vitales indicaban que estaba vivo, aunque en realidad él sentía que en su interior había muerto. 

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